Dibujos cedidos por el pintor y escultor Adolfo Lahoza
«Queremos acercar a nuestros clientes algo más que unas botellas de vino»
El dios Baco para los romanos o Dionisos para los griegos representa la mitificación de, quizás, la aspiración más común y menos conseguida de todos los hombres y mujeres desde la aparición de la raza humana sin importar la condición social o económica, la búsqueda de libertad y de felicidad. Por eso no es casualidad que a estos dioses también los vinculasen con otro, Líber, libre.
No todos los caminos elegidos para conseguir estos objetivos han sido correctos. Epicuro, el gran precursor de una de las escuelas hedonistas clásicas más importantes, ya advertía que no se debía fomentar los deseos antinaturales e innecesarios como la fama, el poder o el prestigio, posiblemente los anhelos que más tragedias han originado en nuestra historia. Sin embargo, proponía dos categorías más de deseos: los naturales y necesarios, alimentarse, abrigarse, sentirse seguro, y los naturales e innecesarios, como una conversación amena o las artes.
El vino puede que sea el gran nexo de unión con estas dos formas de deseos naturales propuestas por Epicuro, que siempre impulsó la búsqueda del placer a través de la razón, desde el dominio de uno mismo, la prudencia y el propósito de que ese placer propio debía ser compartido y nunca debía perjudicar a los demás, sino al contrario, tenía que ser motivo de un bien común. El vino es alimento, incluso abrigo y consumido con prudencia puede ser el mejor aliado para una conversación amena, a lo mejor inspiradora de argumentos artísticos y siempre enriquecedora.
Muchas personas han participado de la búsqueda de libertad y de felicidad de forma bienintencionada. En esas aspiraciones hay muchas perspectivas que se deben armonizar y el cultivo de un placer bien entendido es una de ellas. Crear los contextos adecuados para participar de estos deseos resulta fundamental. Al vino se le consideraba parte esencial para ayudar a crear momentos y situaciones adecuadas para estas ansiadas búsquedas, por eso, quizá, se le bautizó como la «bebida de los dioses» en las culturas griega y romana, a las cuales estamos tan vinculados y, también, por ello, formó parte principal de su simbología.
La Península Ibérica es un lugar privilegiado para el cultivo de la vid y para el desarrollo de formidables caldos. Existen diferentes denominaciones, pagos y bodegas en casi cualquier lugar de nuestro país. Nosotros queremos poner a disposición de nuestros clientes aquellos vinos que cumplan unas características determinadas: calidad reconocida y precios asequibles.
En toda la inmensidad que ofrece el mercado español en este sentido, La Cuba de Baco va a dar prioridad a los productos obtenidos en dos regiones altamente reconocidas por el exigente cuidado de sus vides y por su vocación por aplicar la vanguardia tecnológica en los procesos productivos para conseguir vinos extraordinarios: Aragón y Navarra. Para estas zonas de España el vino forma parte de la idiosincracia vital de su forma de entender su día a día, de su tradición y de su cultura. El desarrollo de una industria vinícola fuerte hace converger una forma de vida con la ilusión por un desarrollo económico sostenible que consigue armonizar la sofisticación de lo urbano con la conservación de los entornos rurales, complementariedad fundamental para un bienestar completo.
La Cuba de Baco aspira a acercar a sus clientes algo más que unas botellas de vino. Queremos que éstas formen parte de los diferentes elementos que cada uno de ustedes utilizan para sentirse bien, para conversar, para compartir, para experimentar… y, en definitiva, para intentar percibir más cerca la libertad, estado fundamental para poder aproximarnos a la anhelada felicidad personal y compartida.